El Beato Romero ‘Otra Brillante Estrella’ Para La Iglesia de Las Américas

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Algunos pensaban que este día nunca llegaría. Otros tenían la esperanza y otros más sabían que este día llegaría.

El 23 de mayo, la Iglesia Católica beatificó al arzobispo Óscar Arnulfo Romero y Galdámez, de El Salvador, quien fuera asesinado en 1980 mientras celebraba Misa, solamente un día después de que les rogara a los soldados y les mandara que dejaran de matar civiles inocentes.

“El beato Óscar Romero es otra brillante estrella que pertenece a la santidad de la iglesia de las Américas”, dijo el cardenal Ángelo Amato, presidente de la Congregación de Causas de Santidad del Vaticano, durante la ceremonia en San Salvador. “Y gracias a Dios, hay muchas”.

Al considerar que las personas que lo persiguieron han muerto o se han sumido en la obscuridad, “la memoria de Óscar Romero continúa viva en los pobres y marginados”, dijo el cardenal Amato.

En sus homilías, el arzobispo Óscar Romero con frecuencia abogó para que los pobres tuvieran mejores condiciones de vida, para que se le diera fin a la violencia creciente en ese tiempo en el país y para que se viviera conforme a un espíritu de hermandad entre los que por sus divisiones habían causado como resultado un conflicto armado de 12 años.

Y Óscar Romero no es símbolo de división sino de paz, dijo el cardenal Amato.

En un mensaje enviado el sábado con ocasión de su beatificación, el papa Francisco dijo que el arzobispo Romero “edificó la paz con el poder del amor y dio testimonio de su fe con su propia vida”.

Prueba de ello es la camisa que llevaba puesta cuando murió, tinta en sangre, después de que una sola bala de un asesino truncó su vida. Ocho diáconos transportaron la camisa tinta en sangre, ahora reliquia, hacia el altar en una urna de cristal. Otros la decoraron con flores y velas durante la ceremonia del sábado. Varios sacerdotes se acercaron para tocar la urna y después hicieron el signo de la cruz.

Fue una época difícil para El Salvador, el arzobispo Romero supo “cómo guiar, defender y proteger a su rebaño, permaneciendo fiel al Evangelio y en comunión con la iglesia entera”, decía el Papa en su mensaje. “Su ministerio se distinguió por una especial atención hacia los pobres y marginados. Y al momento de su muerte, mientras celebraba el santo sacrificio del amor y reconciliación, recibió la gracia de identificarse totalmente con el que dio su vida por sus ovejas”.

Al evento, celebrado en la plaza del Divino Salvador del Mundo en la capital de San Salvador, acudieron cuatro presidentes latinoamericanos y seis cardenales, incluyendo: Óscar Andrés Rodríguez Maradiaga, de Honduras; Leopoldo Brenes, de Nicaragua; Jaime Ortega, de Cuba; José Luis Lacunza, de Panamá; Roger Mahony, de los Estados Unidos y el cardenal italiano Amato, como también el arzobispo italiano Vincenzo Paglia, postulador de la causa del arzobispo Romero.

Su entusiasmo no podría haber sido mayor que el que había exhibido el padre Estefan Turcios, pastor de la Iglesia Católica de San Antonio de Padua de El Salvador en Soyapango y director nacional de las Sociedades Misioneras Pontificias de El Salvador. Antes del conflicto en El Salvador, el padre Turcios había sido tomado preso por defender los derechos de los pobres y el arzobispo Romero ayudó a que lo liberaran.

“Ha habido personas que se han inspirado en Óscar Romero durante 35 años. ¿Cómo creen ustedes que se sientan ahora mismo?”, preguntó el padre Turcios.

Pero así como el arzobispo Romero tiene sus devotos, también ha tenido sus detractores.

Después de su muerte, se recibieron en el Vaticano cartas en contra del arzobispo Romero, dijo el arzobispo Paglia. Y eso afectó la senda hacia su santidad, que incluye, primero, la beatificación; pero tres décadas después de su asesinato, el papa Benedicto XVI aclaró la causa de santidad del arzobispo.

En febrero, el papa Francisco firmó un decreto en el que se reconocía al arzobispo Romero como mártir, una persona que había sido muerta “por odio a la fe”; lo que significa que no había necesidad de que se probara la realización de un milagro para su beatificación. En general, se necesitan dos milagros para alcanzar la santidad; uno para la beatificación y el segundo para la canonización.

Los sacerdotes, los obispos y cardenales se revistieron con una sobrepelliz de color rojo, como símbolo del martirio. Y las estolas llevaban grabado el lema episcopal del arzobispo Romero: “Sentir con la iglesia”. —CNS