Catolicismo Hispano

Catolicismo Popular

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En la comunidad hispana, la Semana Santa o Semana Mayor, es propicia para grandes manifestaciones de la religiosidad popular. En la Arquidiócesis de Nueva York, por ejemplo, desde hace varios años, muchas parroquias con alta feligresía hispana llevan a cabo la procesión del Viernes Santo. En esta procesión, la feligresía católica recrea el camino del Calvario en las calles de su vecindario. Es una manifestación de acompañamiento a Jesús de Nazaret en su camino de dolor y sufrimiento hacia el Gólgota. Muchos se quedan asombrados al ver esta manifestación pública de la fe un pueblo sencillo, para el que muchas veces esa es una de las pocas manifestaciones de su fe religiosa.

Lo cierto es que el catolicismo popular es una realidad que ha sido reconocida por la Iglesia. Según las Conclusiones de la Conferencia del Episcopado Latinoamericano-CELAM, celebrada en Medellín, Colombia, en 1968, el catolicismo popular es el fruto de una evangelización realizada desde el tiempo de la Conquista, con características muy especiales. Es una religiosidad predominantemente afectiva, sentimental, intuitiva y muy concreta, que no se rige por la lógica del racionalismo. En ella hay un profundo sentido de Dios y de su Providencia, hasta llegar, en algunos casos, a un cierto fatalismo aparente. Dios es al mismo tiempo cercano y lejano, indulgente y severo.

El mismo CELAM, esta vez reunidos en Puebla, México, en 1979, estuvo de acuerdo en que "esta religión del pueblo es vivida preferentemente por los 'pobres y sencillos', pero abarca todos los sectores sociales." También establecieron los obispos en Puebla que el catolicismo popular "en su núcleo, es un acervo de valores que responde con sabiduría cristiana a los grandes interrogantes de la existencia."

El catolicismo popular es muy simbólico. A Dios se le encuentra sobre todo en el culto, en los ritos y en las cosas sagradas. Hay una gran valoración de las bendiciones, las imágenes, los lugares, las velas, el agua bendita y demás símbolos religiosos. La muerte tiene un hondo sentido religioso y tiende a ser itinerante: se va a templos, santuarios, lugares religiosos, todo unido a promesas, que son una mezcla de interés por los beneficios divinos y gratitud por el favor recibido. Hay en él una gran capacidad de oración, de aceptación de la vida, de sacrificio y de solidaridad. También es manifiesto el gran influjo de lo femenino. Esto último no sólo en sentido de que la mujer practica mas que el hombre, sino en el sentido de que la transmisión de la fe religiosa está casi totalmente en manos de la rama femenina.

Tradicionalmente ha habido una tendencia de los académicos y los católicos "cultos" a desdeñar el catolicismo popular como una forma primitiva de religiosidad, producto del sincretismo y repleto de supersticiones. Pero, un creciente número de teólogos en los Estados Unidos, ha estado desafiando esa tendencia. Esos teólogos ven en la religión popular un "locus privilegiado de inspiración divina". Por ejemplo, Orlando Espín, en su reflexión sobre el tema, enfatiza el carácter mediático de la cultura en toda percepción, aprendizaje y entendimiento religioso. Entiende que las devociones y ritos del catolicismo popular ofrecen una perspectiva privilegiada para la reflexión teológica, debido a que éstos se encuentran más ligados a la experiencia religiosa del pueblo sencillo que las articulaciones formales que se elaboran en las academias. Espín considera que las representaciones graficas de Jesús sangrante en la cruz ofrecen una rica teología del Cristo vencido, derrotado, percibido así por el pueblo que experimenta en carne propia la derrota del colonialismo, la esclavitud y la marginalidad.

Una adecuada pastoral con y para los hispanos, si quiere entrar en resonancia con ese pueblo que está llenando los bancos de nuestras iglesias, debe tomar muy en cuenta la realidad existencial del catolicismo popular que los impregna.