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Testimoniar La Alegría Cristiana

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El tema de la alegría cristiana ha sido revalorado por el Papa Francisco en su Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium (La alegría del evangelio). El Papa señala que “con Jesucristo siempre nace y renace la alegría” (EG, 1). Entre los propósitos de la Exhortación Apostólica está invitar a los fieles cristianos “a una nueva etapa evangelizadora marcada por esa alegría, e indicar caminos para la marcha de la Iglesia en los próximos años” (EG, 1).

El Santo Padre hace notar que la acción evangelizadora es inseparable de la alegría cristiana, aún en medio de todas las dificultades que afronta el evangelizador. Por ello, no es comprensible la actitud de cristianos con caras tristes, “…cristianos cuya opción parece ser la de una Cuaresma sin Pascua” (EG,6). ¿Cómo puede ser creíble nuestra predicación si los oyentes no perciben en nosotros la alegría que experimentamos por haber sido salvados? Estamos llamados a testimoniar nuestra alegría, aún en medio de las adversidades. “Un evangelizador no debería tener permanentemente cara de funeral” (EG,10). El Papa Francisco nos invita a recobrar y acrecentar nuestro fervor evangelizador viviendo con alegría nuestra misión; citando al Papa Pablo VI señala: “Ojalá el mundo actual —que busca a veces con angustia, a veces con esperanza— pueda así recibir la Buena Nueva, no a través de evangelizadores tristes y desalentados, impacientes o ansiosos, sino a través de ministros del Evangelio, cuya vida irradia el fervor de quienes han recibido, ante todo en sí mismos, la alegría de Cristo” (Exhortación Apostólica Evangelii Nuntiandi, 80) [EG, 10].

El tema de la alegría de la salvación recorre las páginas del antiguo y nuevo testamento. “Los libros del Antiguo Testamento habían preanunciado la alegría de la salvación, que se volvería desbordante en los tiempos mesiánicos” (EG, 4). El Papa cita algunos pasajes de los profetas, particularmente de Isaías, Zacarías y Sofonías, en los cuales se exhorta al pueblo a expresar la alegría exultante por la llegada del Mesías (Cf., Is 9, 2; 12, 6; 40, 9; 49, 13; Zac 9, 9; Sof 3, 17). No solo es el pueblo, dice el Papa, sino la creación entera la que participa de esta alegría de la salvación (Cf., Is 49, 13). “Es la alegría que se vive en medio de las pequeñas cosas de la vida cotidiana, como respuesta a la afectuosa invitación de nuestro Padre Dios” (EG, 4). En el nuevo testamento encontramos numerosos pasajes en los cuales se muestra la alegría, el gozo del encuentro con el Señor. “El Evangelio, donde deslumbra gloriosa la Cruz de Cristo, invita insistentemente a la alegría” (EG, 5). El Papa cita algunos pasajes del nuevo testamento en los que se incide en el tema de la alegría (Cf., Lc 1, 28; 1, 41.47; 10, 21; Jn 3, 29; 15, 11; 16, 20.22; Hech 2, 46; 8, 8. 39; 13, 52; 16, 34).

La alegría cristiana no supone, obviamente, que todo va bien, que no hay problemas ni sufrimientos, no se trata de un autoengaño. El seguimiento a Jesús no nos exonera de la cruz. La alegría, que se nutre de la fe y esperanza cristiana, no conlleva a ignorar el sufrimiento, sino a superarlo venciendo la angustia y ansiedad. En ese sentido, señala el Papa: “Comprendo a las personas que tienden a la tristeza por las graves dificultades que tienen que sufrir, pero poco a poco hay que permitir que la alegría de la fe comience a despertarse, como una secreta pero firme confianza” (EG, 6). En otro de nuestros artículos (Cf., “La alegría cristiana, cómo curarse de la ansiedad”, 12 de diciembre de 2010), hemos señalado que la tristeza persistente, si no es consecuencia de un desorden psicosomático, puede constituirse en un pecado contra la fe y la esperanza cristianas. La razón de nuestra alegría es, obviamente Cristo; la fortaleza para mantenernos firmes sólo nos puede venir del Señor, quien camina a nuestro lado. La alegría es, finalmente, fruto de la acción del Espíritu Santo en nosotros; Dios es la fuente de nuestra alegría. El apóstol San Pablo, en la Carta a los Filipenses (conocida como la “Carta de la alegría”), nos exhorta diciendo: “Estén siempre alegres…” (Flp 4, 4). El apóstol nos exhorta a no inquietarnos por nada, a dejar de lado la ansiedad, la misma que nos roba la paz, la tranquilidad, y que nos genera estrés. No debemos olvidar que el Señor es nuestra fortaleza y refugio seguro, si estamos con Él nada debemos temer. Debemos hacer nuestras las palabras del apóstol Pablo: “Todo lo puedo en Aquél que me conforta” (Flp 4, 13).

El Papa Francisco nos hace recordar lo dicho por Pablo VI en la Exhortación Apostólica Gaudete in Domino (9 de mayo de 1975), N.° 8: “la sociedad tecnológica ha logrado multiplicar las ocasiones de placer, pero encuentra muy difícil engendrar la alegría.” La felicidad, la alegría no está en el poseer muchas cosas, tal como es promovido por la sociedad de consumo; por el contrario, como bien hace notar el Papa Francisco, tomando su propia experiencia: “…los gozos más bellos y espontáneos que he visto en mis años de vida son los de personas muy pobres que tienen poco a qué aferrarse” (EG, 7).

El Papa Francisco nos exhorta a no dejarnos vencer por el desaliento, a identificarnos plenamente con la misión, a ser felices con lo que somos (sin ocultar nuestra identidad cristiana y nuestras convicciones), no cayendo en la tentación de querer ser “como los demás”, pues eso terminaría por ahogar la “alegría misionera” (Cf., EG, 79) con el riesgo de asumir estilos de vida no concordantes con el evangelio: “Llama la atención que aun quienes aparentemente poseen sólidas convicciones doctrinales y espirituales suelen caer en un estilo de vida que los lleva a aferrarse a seguridades económicas, o a espacios de poder y de gloria humana que se procuran por cualquier medio, en lugar de dar la vida por los demás en la misión. ¡No nos dejemos robar el entusiasmo misionero!”(EG, 80).

El misionero debe ser plenamente consciente que el éxito de su labor no depende tanto de sus capacidades personales o de los recursos y medios materiales, sino de la acción del Espíritu Santo. Es esa certeza la que le permite comprometerse decididamente en la acción evangelizadora, dejando de lado toda actitud derrotista, la angustia y ansiedad por los resultados inmediatos o a corto plazo. “Una de las tentaciones más serias que ahogan el fervor y la audacia es la conciencia de derrota que nos convierte en pesimistas quejosos y desencantados con cara de vinagre. Nadie puede emprender una lucha si de antemano no confía plenamente en el triunfo” (EG, 85). La nueva evangelización está llena de desafíos, obstáculos y dificultades; pero, como dice el Papa Francisco: “Los desafíos están para superarlos. Seamos realistas, pero sin perder la alegría, la audacia y la entrega esperanzada. ¡No nos dejemos robar la fuerza misionera!” (EG, 119). El Papa Francisco quiere alentar a todos a “una etapa evangelizadora más fervorosa, alegre, generosa, audaz, llena de amor hasta el fin”; pero, también es consciente que “ninguna motivación será suficiente si no arde en los corazones el fuego del Espíritu.” (EG, 261).