LORD, TO WHOM SHALL WE GO?

Una Visita ‘Familiar’ al Kurdistán

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Como muchos de ustedes, yo fui criado dando un alto valor a visitar a la gente, especialmente cuando se trata de una adversidad. Un vecino a una cuadra de nosotros sufrió una vez un fuego; al día siguiente le visitamos para ver cómo el y su familia estaban y si ellos necesitaban algo. El tío Ed tuvo una cirugía de los ojos; nosotros le visitamos para asegurarnos de que se estaba recuperando. Después de la muerte de mi abuelo, nosotros visitamos a mi abuela muy a menudo.

Es más, todo un episodio del evangelio se llama la Visitación, cuando María fue a cuidar de su prima, Santa Elizabeth, quien como ella, a una edad avanzada, estaba embarazada.

El ejemplo más sublime de todos, por supuesto, es la Encarnación, ya que el mismo Dios tomó nuestra naturaleza humana, nuestra carne, y vino a visitarnos en la persona de Jesucristo.

Llego de regreso de mi primera visita al Kurdistán, una región autónoma dentro de la nación de Irak. ¿Por qué fui? Bueno, para empezar, porque mis hermanos obispos del lugar me invitaron a venir. Segundo, porque la comunidad cristiana ahí es como una familia, una familia viviendo un montón de problemas, con mucha adversidad, y visitarles fue algo muy bueno.

Ellos han preguntado, “¿Alguien sabe de nuestra situación? ¿¡La gente se ha olvidado de nosotros!?” Yo quería visitarles y responder a esas preguntas con un “sí” y un “no” respectivamente.

Usted sabe de sus penas. ISIS tiene como su misión el exterminar a la antigua pequeña minoría cristiana, que ha estado en ese lugar desde el tiempo de los apóstoles, incluso mucho antes que el Islam. Allí, las comunidades cristianas son pequeñas en tamaño, pero grandes en la fe, tradición, culto, educación y la caridad.

Ellos sólo quieren que se les deje en paz, en sus pueblos, para criar a sus familias y practicar su religión. Los fanáticos les han sacrificado y expulsado ​​de sus hogares.

Ahora se les llama “desplazados internos” o IDPs (por sus siglas en ingles). Caminaron durante días desde sus hogares en Mosul y sus aldeas en la Meseta de Nínive, buscando santuario en Erbil y Dohuc, dos ciudades importantes en el Kurdistán, donde han sido recibidos heroicamente.

Una agencia de renombre que está ayudando a la Iglesia local a brindarles atención es la Asociación Católica de Bienestar para el Cercano Oriente, o CNEWA (por sus siglas en ingles), con sede aquí en Nueva York. El obispo William Murphy y yo somos miembros de la junta directiva. Junto con Monseñor John Kozar, director de la agencia, fuimos a visitar a estas personas afectadas en el Kurdistán.

¿Estuvimos tristes por lo que vimos? ¡Usted puede estar seguro que sí! Gente valiente, decenas de miles de ellos, a quienes solo se les ha dado horas para huir de sus hogares (¡o de lo contrario les degüellan, a no ser que se conviertan al Islam!). Ellos sabían que eran católicos y cristianos ortodoxos, relativamente seguros en el Kurdistán, así que hicieron el viaje de dos días a pie, con sus bebés, unos cuantos sacos con sus pocas pertenencias, ayudando a sus mayores, acompañados por sus sacerdotes y hermanas religiosas.

Para ver sus lágrimas, su angustia, su situación, y para escuchar su petición una y otra vez, “¡Sólo queremos ir a casa!” Nos entristeció a ciencia cierta.

Pero también estábamos profundamente conmovidos por nuestra visita. Los cristianos en el Kurdistán, a menudo en asociación con vecinos islámicos, les han dado la bienvenida. Tienen campamentos para ellos, con la alimentación, atención médica, ropa, mantas y escuelas. Sacerdotes, monjas y líderes laicos devotos les han sabido recibir. Esta caridad nos inspira.

Al igual que su fe. Uno de los maestros en una escuela católica dirigida por las hermanas Dominicas para los IDP nos dijo que cada día ella lleva a los niños a la pequeña capilla a orar: “Si ellos saben que Dios les ama, que Él vive en sus almas, que Él nunca los abandona, que ellos puedan hablar con Él, ellos pueden sobrevivir”.

Una de las hermanas dijo, “Cuando los niños llegaron aquí por primera vez fruncían el ceño...ahora sonríen”.

La misa del domingo la celebramos en un pueblo y no le cabía más gente; fue respetuosa, alegre y enérgica. Tal como me dijo una mujer a través de un traductor, “Tenemos nuestra fe. Nadie puede quitárnosla”.

Estos son los cristianos perseguidos para y por quienes se nos pide que oremos; estos son las personas “sin techo” que necesitan nuestra ayuda a través de CNEWA, y otras agencias como Catholic Relief Services, Aid to the Church in Need, los Caballeros de Malta, y los Caballeros de Colón; estos son los miembros de la familia de fe, quienes miran a la Iglesia, y a los Estados Unidos buscando una voz, para ayuda, para su protección.

Fue un honor para visitarlos.