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El Pobre Lázaro: Un Personaje Perturbador

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En su mensaje para la Cuaresma 2017, el papa Francisco nos invita a reflexionar sobre la parábola del hombre rico y el pobre Lázaro (Cf., Lc 16, 19-31): “Dejémonos guiar por ese relato tan significativo, que nos da la clave para entender cómo hemos de comportarnos para alcanzar la verdadera felicidad y la vida eterna, exhortándonos a una sincera conversión” (Mensaje del papa Francisco para la Cuaresma 2017. Vaticano 18 de octubre de 2016).

La parábola no es una especie de reportaje al “más allá”; no pretende describirnos cómo es el “más allá” sino hablarnos de nuestra  responsabilidad en el “más acá”. La fe, la esperanza en la vida eterna, exigen la práctica de la justicia y la caridad aquí y ahora; porque es aquí, en esta vida, donde se gana o pierde la salvación. Es aquí, en esta vida y mientras estemos vivos, donde construimos lo que será nuestra vida definitiva. Sólo mientras el hombre vive tiene la posibilidad de arrepentirse. Sólo mientras se vive se puede tomar decisiones; con la muerte se acaba para el hombre, definitivamente, toda posibilidad de cambiar el decurso de su vida. Con sus decisiones, el hombre va constru­yendo su destino final.

Sólo porque el hombre es libre existe eso que llamamos infierno. El infierno expresa esa terrible decisión del hombre, fruto de su libertad, de optar contra Dios, de rechazar permanentemente a Dios. El infierno no existe por voluntad de divina sino por voluntad del hombre. No es que Dios tome venganza contra el hombre malvado castigándolo eternamente, sino que el hombre, en esta vida, con sus decisiones libres, elige rechazar a Dios de modo definitivo.

La parábola utilizada por Jesús,  nos presenta a un hombre pobre llamado Lázaro y se nos habla  de un rico que ni siquiera tiene nombre, aunque la tradición le ha puesto por nombre “Epulón”. La parábola nos describe la situación de estos dos personajes en esta vida y su destino después de la muerte. El rico vivía como generalmente viven las personas opulentas: se vestía con lo mejor, se banqueteaba, se daba la gran vida; pero era incapaz de mirar a alguien que estaba muy cerca de él, allí en su propia puerta, el pobre. “El fruto del apego al dinero es una especie de ceguera: el rico no ve al pobre hambriento, llagado y postrado en su humillación” (Mensaje del papa Francisco para la Cuaresma 2017). Probablemente se había “habituado a verlo” con indiferencia, tanto que ya no le llamaba la atención, lo cual es una forma de “ceguera espiritual”.

El rico, mientras vivía, logró ignorar esa presencia incómoda del pobre a su puerta; pero, no pudo evitar las consecuencias de esa negación. “El rico reconoce a Lázaro en medio de los tormentos de la otra vida, y quiere que sea el pobre quien alivie su sufrimiento con un poco de agua…Se descubre el verdadero problema del rico: la raíz de sus males está en no prestar oído a la Palabra de Dios; esto es lo que le llevó a no amar ya a Dios y por tanto a despreciar al prójimo” (Mensaje del papa Francisco para la Cuaresma 2017). Después de esta vida se evidencia lo irremediable: ya no se puede hacer nada para corregir los actos de nuestra existencia terrenal. Después de la muerte el hombre no puede hacer absolutamente nada para cambiar su destino final, sólo cabe asumir la responsabilidad de las decisiones tomadas en esta vida; he ahí por qué sea tan seria esta vida, pues en ella nos jugamos nuestro destino eterno. Lo que se condena en la parábola es la injusticia, la inmisericordia, la insensibilidad humana frente a los más pobres.

El pobre, ese personaje incómodo para muchos, está allí, su presencia es interpelante, cuestionadora y acusadora, no se le puede ocultar. El pobre es la prueba de que las cosas no van bien. De nada valen los números, las cifras alentadoras de una economía llamada “desarrollada” si los pobres están allí a la puerta, a la vuelta de la esquina. Los pobres desmienten las curvas de desarrollo de los cuadros estadísticos macroeconómicos. Contra los pobres no valen los números que digan lo contrario sobre la pobreza.

Estos dos personajes de la parábola, el pobre Lázaro y el rico Epulón, bien podemos tomarlos como símbolos que describen una situación social de injusticia a nivel mundial. También en estos tiempos de economía globalizada hay millones de Lázaros y un reducido grupo de Epulones. Hay una situación de extrema pobreza de millones de personas en los llamados “países en vías de desarrollo”. En contraste con esa enorme cantidad de empobrecidos hay pequeños grupos que controlan el poder económico. Frente a los pobres no valen las estadísticas de altos índices de desarrollo del país ni los bajos niveles de inflación. Si el crecimiento económico favorece solamente a grupos de poder, y no se refleja en mejores condiciones de vida (educación, salud, vivienda, etc.) para las grandes mayorías empobrecidas, entonces se está construyendo un desarrollo excluyente sobre la base de la injusticia. Tampoco se puede decir a los pobres que sigan esperando y resistiendo, que se sigan sacrificando más con la ilusión que después vendrán tiempos mejores para ellos, con el ‘chorreo económico’ que supuestamente les beneficiaría. No se trata de hacer que la economía ‘chorree’ desde arriba a los más pobres sino de generar una justa distribución de la riqueza.

Dios nos interpela en la presencia de los pobres que nos rodean. No podemos ignorar esa presencia, los Lázaros están allí a la puerta. A veces son el producto social de un modelo económico que ensalza las bondades de una economía de libre mercado; modelos sustentados en ideologías neoliberales que no han resuelto los graves problemas de salud, vivienda y educación, y que contribuyen a aumentar la brecha de inequidad entre pobres y ricos. Los defensores de ese modelo económico siguen creyendo dogmáticamente que la pobreza se resuelve con mayores inversiones, pues generan mayores puestos de trabajo, que a su vez se traduciría en “mejores condiciones de vida” para los pobres.

El papa Francisco ha cuestionado severamente las llamadas teorías del ‘derrame’ (‘chorreo’), y las ideologías que defienden la autonomía absoluta de los mercados y la especulación financiera (Cf., Evangelii Gaudium, 54). El Papa plantea la necesidad de resolver urgentemente las causas profundas de la pobreza y no limitarse a la implementación de planes asistenciales que resultan ser “respuestas pasajeras”; lo fundamental – nos dice – es atacar las causas estructurales de la inequidad, pues “la inequidad es raíz de los males sociales” (Evangelii Gaudium, 202).

Lázaro es un personaje perturbador para la conciencia de quienes pretenden ignorar la presencia de los pobres. Lázaro– como dice el Papa – “nos enseña que el otro es un don”; “incluso el pobre a la puerta del rico, no es una carga molesta, sino una llamada a convertirse y a cambiar de vida. La cuaresma es un tiempo propicio para abrir la puerta a cualquier necesitado y reconocer en él o en ella el rostro de Cristo” (Mensaje para la Cuaresma 2017).”