Editor's Report

Hermanas Se Quedaron en su Monasterio Todo el Tiempo

John Woods
Posted

Cuando llegamos al Monasterio de las Hermanas Carmelitas de San José en Trujillo Alto, nuestra visita de un día a la arquidiócesis de San Juan, Puerto Rico, estaba a punto de terminar. Incluso antes de llegar, sabíamos que el monasterio y sus terrenos habían sufrido daños por la tormenta. Las pilas de ramas, metales y otros escombros recogidos a lado y lado de las calles cercanas eran más grandes que en los otros lugares que habíamos visitado el 30 de octubre, 40 días después del huracán Maria.

Cuando atravesamos la puerta principal y subimos por un corto camino que conducía al monasterio, pudimos ver que la propiedad de las carmelitas había sido impactada fuertemente por la tormenta de categoría 5, tal como nos los contarían las hermanas durante el resto de la visita.

Varias hermanas y un fraile nos recibieron con un caluroso saludo en la puerta del monasterio y nos condujeron a la capilla donde estaban a punto de cantar el “Salve Regina”. Fue un momento íntimo, en donde el cardenal Dolan, el obispo Nicolás DiMarzio, monseñor Kevin Sullivan, el padre Eric Cruz, el padre James Cruz, Wanda Vásquez y yo nos unimos a las hermanas, quienes estaban de pie en sus puestos de oración cantando el conocido himno mariano en latín.

Luego subimos un tramo de escaleras para unirnos a las hermanas en su salón comunitario, donde habían preparado un saludo especial para los prelados y el resto de nosotros los visitantes neoyorquinos. En ese lugar pudimos ver como varias ventanas estrechas a un lado del salón habían sido destruidas por la tormenta, así como los desagües y algunos cables que colgaban de uno de los revestimientos interiores del edificio.

Mientras las hermanas servían refrescos, nos reunimos en grupos pequeños para hablar con ellas. Las conversaciones estuvieron animadas pues las hermanas compartieron abiertamente sus experiencias con los visitantes. La hermana Inés Maria Carmona, ex priora del monasterio, ha vivido en ese lugar durante 33 años. Le pregunté cómo habían sido las cosas cuando el huracán María golpeó el monasterio. Los detalles salieron de la diminuta Carmelita en un rápido estallido de cuatro minutos, de lo cual estoy seguro porque la grabé cuando me contesto y yo publiqué el audio en la página de Facebook de CNY la semana pasada.

Cuando el huracán María se acercó, las hermanas estaban recluidas en sus celdas o habitaciones. Aproximadamente a las 3 a.m., la hermana Inés dijo haber empezado a sentir humedad en su cama. Ella encendió una pequeña linterna de pilas y vio como un pedazo de cemento había sido desplazado debido al fuerte viento y la lluvia. La hermana trato de tapar la ranura con toallas, sábanas y almohadas, y pasó las siguientes horas sosteniendo la ventana para que no se saliera de su lugar.

Al mismo tiempo, ella también oró por la protección de “Dios, la Virgen María, de todos los santos y del padre Pío”.

En un determinado momento la tarde siguiente, ella trató de salir, pero su velo y su escapulario se fueron volando, dijo la hermana con algo de risa, pues tuvo que perseguirlos antes de poder regresar adentro.

Cuando la tormenta finalmente se apaciguó, ella inspeccionó el monasterio y encontró dos pulgadas de agua en la capilla. Los asientos de las hermanas estaban cubiertos de arena negra y hojas. Los escombros habían entrado por el hueco donde se habían desprendido grandes ventanas de la parte delantera de la capilla. La hermana Inés dijo que estaba sorprendida y triste al descubrir los daños.

“Yo no pude oír cuando las ventanas se cayeron. El ruido de la tormenta era muy fuerte”, dijo ella. “Cuando vi la destrucción, me puse muy triste, estaba llorando”.

Lo último que me mostró cuando ya íbamos de salida fue el lugar donde se habían instalado cercas de alambre para asegurar el monasterio, en el cual las hermanas han trabajado mucho para limpiarlo y restaurarlo después de la tormenta.