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Origen y Evolución Del Concepto de Ideología Según Karl Mannheim

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Karl Mannheim decía que la teoría de los idola tribu de Francis Bacon puede considerarse, hasta cierto punto, como precursora del concepto moderno de ideología. Tengamos presente que Francis Bacon (1561-1626), filósofo británico muy crítico del pensamiento aristotélico escolástico, planteaba un nuevo método (con reglas y procedimientos) para hacer ciencia.  El nuevo método exige - según Bacon-  abandonar todos los prejuicios que actuando como “ídolos” nos impiden alcanzar el conocimiento científico obstaculizando las nuevas ideas.

La ideología puede entenderse como un “sistema de ideas” de un grupo social, acorde con los intereses del grupo, que orientan la actuación de sus miembros; también puede entenderse como una “falsa conciencia” que distorsiona la comprensión de la realidad. La expresión “falsa conciencia” – como ha señalado K. Mannheim – es de origen marxista (Cf., Mannheim, Karl: Ideología y Utopía. Introducción a la sociología del conocimiento. Trad. De Salvador Echevarría. Fondo de Cultura Económica. 2da. Edic., Madrid 1997). Según F. Bacon, “el entendimiento humano no es como una luz cruda, sino que admite los matices de la voluntad y de las pasiones, las cuales determinan su propio sistema, pues el hombre siempre estará dispuesto de creer aquello que le halaga” (BACON, F.: Novum Organum & 49. Citado en: Ideología y Utopía, p. 55).

Según K. Mannheim, el concepto moderno de ‘ideología’ nació cuando Napoleón, al advertir que un grupo de filósofos franceses se oponían a sus ambiciones imperiales los llamó despectivamente “ideólogos” (Cf., Mannheim, K. Ideología y Utopía, O. Cit., p. 63). En esa concepción se desprecia la validez del pensamiento del adversario por considerado apartado de la realidad.  “Durante el siglo XIX, el término ideología, empleado en ese sentido, tuvo amplia aceptación. Esto significa que el sentido de la realidad del político pasó a ocupar lugar preferente y sustituyó las modalidades escolásticas y contemplativas de la vida y el pensamiento” (Ibid., p. 64). “La historia del concepto de ideología desde Napoleón hasta el marxismo, a pesar de algunos cambios en su contenido, ha conservado  el mismo criterio político de la realidad” (Ibid., p. 65).

El marxismo le dio un nuevo sentido al concepto de “ideología” como una forma de desenmascarar los motivos ocultos del adversario. Se señala los intereses de clase que se ocultan detrás de las ideas y concepciones. Ahora bien, como señala K. Mannheim- el hecho de que nuestra posición social “determine” nuestro pensamiento, no conlleva necesariamente a estar en el error. “Al contrario, a menudo constituye el camino hacia la perspicacia política. El elemento decisivo del concepto de ideología, a nuestro parecer, consiste en el descubrimiento de que el pensamiento político se haya íntimamente vinculado a la vida social” (Ibid., p. 110). Tal es el significado de la frase – dice K. Mannheim- que se cita con frecuencia: “No es la conciencia de los hombres la que determina su existencia, sino, al contrario, la existencia social es la que determina su conciencia” (K. Marx: A Contribution to the Critique of Political Economy., Trad. N. 1. Stone. Chicago 1913, pp. 11-12. Citado en Ideología y Utopía, p. 111).

El análisis del pensamiento en términos de ideas – señala K. Mannheim – no podía ser patrimonio exclusivo del marxismo; los adversarios del marxismo también echaron mano de la misma arma contra los marxistas. La evolución del concepto de ideología se enmarcará luego dentro de la sociología del conocimiento. El pensamiento – dice K. Mannheim- es particularmente muy sensible a los cambios sociales y culturales. Hoy en día se abren paso concepciones relativistas de la verdad y del conocimiento. “No aceptamos ya como absolutos los valores y las normas de determinado periodo, y siempre tendremos presente en lo sucesivo el hecho de que las normas y los valores son cosas históricas y sociológicamente determinadas” (Mannheim K.: Ideología y Utopía, O. Cit., p. 83). El mismo K. Mannheim se hace eco de ese relativismo del conocimiento y de la ética cuando señala: “desde nuestro punto de vista, una actitud ética carece de validez si se orienta según normas a las que no puede sujetarse la acción en determinado ambiente histórico, aun con las mejores intenciones” (Ibid., O. Cit., p. 84). En esas circunstancias – según K. Mannheim – los individuos se ven obligados a abdicar de sus principio por la imposibilidad de poderlos vivir.

La concepción de ideología – dice nuestro autor- tiene dos características: “es valoradora y dinámica. Es valoradora porque presupone ciertos juicios acerca de la realidad de las ideas y de las estructuras de conciencia, y dinámica porque esos juicios se miden siembre con relación a una realidad que se haya en un fluir perpetuo” (Ibid., pp. 84-85). Más adelante K. Mannheim busca desmarcarse del relativismo que niega la validez de todas las normas o la existencia de un orden en el mundo, no se trata – nos dice - de relativismo, sino de “relacionismo”.  “Este no niega que existan criterios de verdad y del error en una discusión. Insiste, sin embargo, en que, por su propia índole, ciertas aseveraciones no pueden formularse de una manera absoluta, sino únicamente en términos de la perspectiva de determinada situación” (Ibid., p. 247). Por otra parte, el solo hecho de evidenciar que una persona pertenece a un estatus socio económico no dice nada sobre la verdad o falsedad de sus afirmaciones; en todo caso puede implicar un motivo para “sospechar” de su objetividad. La verdad es verdad independientemente de quien lo afirme, en cuanto su afirmación se corresponde con la realidad.

El problema de la ideología nos remite inexorablemente a plantearnos el problema de la multiplicidad de concepciones de la realidad, lo cual conlleva a una disparidad de juicios sobre la misma, ¿Cómo entonces determinar lo que es una “falsa conciencia”? Se ha perdido la perspectiva de la totalidad en la medida en que, por influencia del positivismo, se ha pretendió dogmáticamente restar valor a la filosofía. Para K. Mannheim: “La totalidad, en el sentido en que la concebimos, no es una visión inmediata y eternamente válida de la realidad, que sólo puede ser privilegio de un ojo divino. No es una visión estable y que se basta a sí misma. Representa los procesos continuos de expansión del conocimiento, y su meta no es la obtención de una conclusión supra temporalmente válida, sino la mayor extensión posible de nuestro horizonte visible” (Ibid., p. 94).

Un “relativismo absoluto” sería insostenible en sí mismo, pues toda afirmación sobre algo tiene alguna pretensión de verdad, es decir: busca que sea tomada como válida o verdadera; de ahí que afirmaciones como “todo es relativo” resultan contradictorias en sí mismas; sin embargo, no hay que rechazar de plano todas las objeciones que se nos proponen a partir de una moderna sociología del conocimiento; particularmente las vinculadas al relativismo socio cultural; es necesario tomarlas en cuenta con actitud crítica, a fin de evitar caer en posturas intolerantes y fanáticas.