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Ídolos y Fetiches

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Durante la realización del Sínodo de la Amazonía (del 6 al 27 de octubre de 2019), un hecho anecdótico ha llamado la atención y ha generado polémica a través de la prensa; nos referimos a unas estatuillas de madera (imágenes) de mujeres embarazadas que representan a la Pacha Mama (la madre tierra) y la fecundidad. Dichas estatuillas fueron traídas por aborígenes amazónicos que participaron en el Sínodo Amazónico.  El día 4 de octubre de 2019, esas estatuillas tuvieron una ceremonia en los jardines del Vaticano, en la que participó el mismo papa Francisco.

El día de la inauguración del Sínodo, también participaron en la procesión esas estatuillas; luego fueron luego llevadas a una iglesia muy cercana a la Basílica de San Pedro, en la Vía della Conciliazione (la iglesia Santa María in Traspontina), donde fueron guardadas en uno de los altares laterales del templo. Dos personas entraron en la iglesia donde se encontraban las imágenes de la Pacha Mama, las substrajeron y las arrojaron al río Tevere desde el puente de Castel Sant’angelo, tal como se aprecia en un vídeo subido a la red, filmado, todo indica, por los protagonistas de la acción.

Quienes realizaron ese acto consideraron que se trataba de “ídolos” o “fetiches” paganos y que, por lo tanto, no podían estar en un templo católico y menos rendirles algún tipo de “veneración”. Aquellas dos personas, probablemente actuaron de buena fe (con conciencia errónea), asumiendo el rol de modernos “extirpadores de idolatrías”. Algunos eventuales defensores de la ortodoxia, obispos y sacerdotes, vinculados a sectores tradicionalistas ultraconservadores, con pleno conocimiento de causa, han aplaudido esa acción y se han atrevido incluso a cuestionar severamente al papa Francisco, aduciendo que habría actuado de manera incorrecta, permitiendo que se “profane” un templo católico.

Aquellas estatuillas objeto de la polémica ¿Pueden ser consideradas como idolillos o fetiches paganos? Quienes realizan algún ritual frente a dichos imágenes ¿Incurren en alguna forma de idolatría? Para acercarnos a una respuesta razonable debemos previamente entender el significado de los símbolos y signos desde una perspectiva antropológica cultural.

Tanto el símbolo como el signo nos remiten a una realidad distinta de sí mismos (son transitivos). A diferencia del signo que es pura transitividad (el significante y el significado no se confunden, sino que se distinguen con toda claridad), el símbolo (particularmente los símbolos religiosos) tienen también un carácter intransitivo, en el sentido que el objeto material (la imagen) no solo significa algo distinto de sí, sino que, en cierto modo, es portador de esa realidad a la cual remite. De ahí su ambigüedad o ambivalencia; existiría el riesgo de confundir el objeto material con lo que representa, en ese caso se podrían convertir en ídolos o fetiches. Los fetiches, a diferencia de lo símbolos religiosos, están relacionados con lo supersticioso, asociados a la buena suerte, en ese sentido, se convierten en simples amuletos (sin significación religiosa).

El símbolo no significa, sino que evoca, focaliza, reúne y concentra, de manera analógicamente polivalente, una multiplicidad de sentidos que no se reducen a una sola significación. El símbolo tiene, por así decirlo, una doble cara: revela algo que no puede ser expresado conceptualmente, según la lógica de la identidad, pero, al mismo tiempo, oculta aquello que quiere revelar, porque ninguna entidad concreta puede ser plenamente adecuada para expresar el Misterio, lo Sagrado, lo Santo. El símbolo nos permite intuir (según la lógica de la analogía) aquello que es inefable y, hasta cierto punto, incognoscible. Todas las religiones necesitan de símbolos para representar lo sagrado o numinoso, realidades inmateriales o transcendentes.

¿Cuándo un símbolo se convierte en ídolo? La respuesta teórica racionalista es clara: cuando se identifica plenamente con la realidad sagrada a la que pretende representar o hacer presente. A nivel fenomenológico, es prácticamente imposible saber si un acto religioso, mediado por un símbolo (por ejemplo, una imagen), se convierte en un acto de idolatría, porque no es posible entrar en la conciencia del que vive una experiencia religiosa, experiencia personalísima y en cierto modo inefable.  Al realizar ciertos actos rituales o ceremonias religiosas ante la presencia de imágenes ¿Cómo distinguir que estamos ante un culto de veneración (dulía) o de adoración (latría)? Un observador externo no implicado en el acto religioso, que analiza una experiencia religiosa, nunca podrá definir que está frente a un acto de culto idolátrico. Desde una postura racionalista o ideológica es muy fácil acusar de idolatría o de fetichismo a quienes hacen uso de imágenes religiosas. Cuando el símbolo se racionaliza se transforma en mero signo. En el signo se distingue con meridiana claridad entre el significante (la realidad material) y el significado (la realidad a la cual remite el significante).

Ningún objeto material (utilizado como símbolo) es, en y por sí mismo, un ídolo o fetiche. Para que se convierta en ídolo o fetiche tiene que actuar la intencionalidad del sujeto que se vale de dicho símbolo, es decir, la idolatría nace en el fuero interno de la conciencia religiosa. Se daría idolatría cuando en la conciencia del sujeto se hace una identificación total entre el objeto material y aquello que el objeto evoca; y, eso, es imposible de demostrar. De ahí que no podemos afirmar categóricamente que en las religiones llamadas no cristianas se haya practicado la idolatría pura, en el sentido que hemos explicado. En las religiones donde, por ejemplo, se dice que se “adoraba” al sol, es posible que no había tal adoración (plena identificación de la realidad material del sol con la divinidad), es posible que el sol no era más que un “símbolo religioso” que evocaba a la divinidad en cuanto que a ésta se la considera generadora de la vida. El sol es escogido como un verdadero símbolo por cuanto expresa mejor su relación con la vida; otro tanto puede sucede con el culto andino a la Pachamama (madre tierra).

Volviendo al caso mencionado al inicio, sobre las imágenes de la Pacha Mama, pensamos que resulta desatinado calificarlas como “ídolos” o “fetiches”. Son imágenes que, sin duda, tiene un valor cultural importante para los aborígenes amazónicos; y, en ese sentido, merecen respeto. Habría que hacer un estudio antropológico de esas culturas para tratar de descifrar cuál es el verdadero significado (asociado o no a lo religioso) que tienen para ellos esas imágenes. Pensamos que el principal riesgo de nuestro tiempo no es el retorno de antiguos “cultos idolátricos” o al fetichismo de algunas religiones del pasado. El mayor peligro actualmente es el “fetichismo del dinero”, tal como lo ha hecho notar el papa Francisco en varias ocasiones.  Lo que sí está claramente dicho en el Evangelio es que no podemos servir al mismo tiempo a Dios y al dinero (Cf., Lc 16, 13). La idolatría del dinero es un peligro más grave, puesto que ese tipo de “idolatría” se arraiga en el corazón del hombre, haciéndolo indiferente e insensible ante el sufrimiento humano, ante la necesidad de los más pobres. Los verdaderos ídolos no son estatuillas (objetos materiales) que se ponen delante de nuestros ojos, sino ciertas actitudes arraigadas en el corazón del hombre: apego al dinero, al poder, a la vana gloria, a las ideologías disfrazadas de ortodoxia. Éstas son más difíciles de extirpar.