El Cardenal Dolan y El Obispo DiMarzio Traen Apoyo y Oraciones de Nueva York a Puerto Rico

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Cuarenta días después de que el huracán María azotara la isla de Puerto Rico, el cardenal Dolan y el obispo Nicholas DiMarzio de Brooklyn trajeron esta semana apoyo financiero, solidaridad de oración, y el amor familiar de la comunidad católica puertorriqueña de Nueva York en una visita pastoral al arzobispo Roberto González de San Juan y al pueblo de Puerto Rico.

El cardenal, hablando en una misa ofrecida al mediodía del 30 de octubre en la histórica Catedral Metropolitana de San Juan Bautista en el Viejo San Juan, contó a la pequeña congregación como el arzobispo González había inspirado gran afecto entre los miembros de la delegación de Nueva York, la cual también incluyó a tres sacerdotes y dos líderes laicos.

“Sabemos que el arzobispo González es de ustedes. Pero él también es parte de nuestra familia”, dijo el cardenal Dolan.

El arzobispo González, de 67 años, se ha desempeñado como líder espiritual de la arquidiócesis de San Juan desde 1999.

El arzobispo González, oriundo de Elizabeth, NJ, fue ordenado por los Frailes Franciscanos de la Provincia del Santo Nombre, con sede en Manhattan. Él sirvió como párroco de Holy Cross y vicario parroquial de San Pío V, ambas parroquias ubicadas en el Bronx, antes de ser consagrado como obispo auxiliar de Boston en 1988.

Cuando el cardenal pudo finalmente comunicarse por teléfono con el arzobispo González después del huracán, él dijo que el arzobispo había respondido a su pregunta acerca de cuál era la necesidad más apremiante diciendo: “sus oraciones”.

El cardenal Dolan dijo a la congregación que la gente de la arquidiócesis de Nueva York y la diócesis de Brooklyn estaban “orando con ustedes y por ustedes todos los días”.

Los fieles de ambas diócesis también respondieron dando “muchos regalos y ofrendas”, que los prelados trajeron al arzobispo González. “Hoy hacemos esto con alegría”, dijo el cardenal.

Más de $700.000 fueron recaudados de la gente de la arquidiócesis de Nueva York, y $115.000 adicionales fueron recaudados entre las personas de la diócesis de Brooklyn.

Hablando casi al final de la misa, el cardenal Dolan aseguró a los presentes que, aunque a veces se puedan sentir aislados o solos, tal no es el caso. “Siempre sepan de mi amor y oraciones “, dijo el cardenal.

El mensaje sirvió de consuelo para Gladys Soto, una profesora de secundaria de Bayamón quien había viajado en automóvil, ferry, y a pie para asistir a la misa.

“El cuidado, y la felicidad y el dolor. Es lo que me hace querer seguir avanzando en el amor de Cristo”, dijo ella a CNY a través de un traductor después de la misa.

“Ahí es cuando nos convertimos en hermanos y hermanas unos de otros”.

La escuela en donde trabaja la señorita Soto se encuentra cerrada actualmente. La escuela carece de elementos esenciales, incluyendo electricidad, la cual necesitamos para poder abrir nuevamente, dijo ella. Al mismo tiempo, ella dijo que a veces se encuentra con sus alumnos y que siente como puede aún ofrecerles lecciones de otro tipo.

“Mis alumnos me enseñaron hace mucho tiempo que los niños son nuestro futuro”, dijo la señorita Soto, maestra de español quien también ofrece instrucción en psicología.

Su comentario final fue de gratitud a los neoyorquinos por su visita. “Gracias por pensar en Puerto Rico y por venir aquí”, ella dijo.

Los sacerdotes que hicieron la visita de todo un día con el cardenal Dolan y el obispo DiMarzio fueron monseñor Kevin Sullivan, director ejecutivo de Caridades Católicas de la arquidiócesis de Nueva York; el padre Eric Cruz, párroco de la parroquia St. John Chrysostom en el Bronx y director de Caridades Católicas en el Bronx; y el padre James Cruz, párroco de la parroquia St. Raymond, también en el Bronx. Los dos últimos sacerdotes son descendientes de puertorriqueños y cada uno tiene familiares que aún viven en la isla.

Otro miembro de la delegación arquidiocesana, Wanda Vásquez, directora del Ministerio Hispano, es oriunda de Puerto Rico, y ella había visitado la isla de Vieques justo la semana anterior para acompañar a su madre, que vive ahí, de regreso a Nueva York.

El arzobispo González dio personalmente un recorrido a los neoyorquinos por varias instalaciones y programas de la Iglesia en San Juan y los municipios aledaños en un día caluroso con temperaturas cercanas a los 90 grados Fahrenheit.

Viajando en una van por las calles adoquinadas del Viejo San Juan, se podía ver un gran árbol desenterrado más o menos a media cuadra de la catedral tambaleándose hacia un lado. Señales en muchas ventanas de las tiendas y negocios mostraban un horario comercial reducido debido a la falta de electricidad. En las áreas periféricas, montones de escombros eran comunes de lado a lado de la carretera.

Una conferencia de prensa fue realizada en la sede principal de Caritas Puerto Rico en San Juan, donde el padre Enrique Camacho, director de la entidad, dirige un dedicado grupo de trabajadores. Junto con sus colegas de las otras cinco diócesis de Puerto Rico y algunos trabajadores de socorro para casos de desastre de varias agencias católicas y otras de la parte continental de Estados Unidos, ellos están brindando una de las más grandes y efectivas ayudas en toda la isla después del huracán María.

Dirigiéndose a los empleados de Caritas que se reunieron junto a los representantes de la prensa, el cardenal Dolan les agradeció su presencia y el trabajo que ellos están realizando.

“San Pablo nos enseñó que cuando una parte del cuerpo de Cristo sufre, todos sufrimos”, dijo el cardenal. “Estamos con ustedes”, añadió el cardenal.

A su vez, el obispo DiMarzio dijo: “venimos como representantes de la ciudad puertorriqueña que es Nueva York”.

El arzobispo González, al dirigirse a los medios, se refirió al estado actual de la isla diciendo “que continúa siendo muy severo”.

“Espero que no perdamos nuestro sentido de urgencia”, dijo el arzobispo. “Tenemos que renovar nuestro sentido de urgencia”.

Hablando de los médicos y otras personas que han venido a ofrecer su ayuda en el momento de mayor necesidad de Puerto Rico, el arzobispo González les instó a que continúen ayudando. “Este es el momento en que necesitamos que se queden”.

En una breve entrevista con Catholic New York después de la conferencia de prensa, el arzobispo González dijo que la situación en San Juan estaba mejorando. “Las carreteras se están abriendo. Las escuelas justamente reabrieron hoy. Las cosas están comenzando a moverse nuevamente”.

El llamó a la visita de los prelados, y de las otras personas de Nueva York, “un gesto conmovedor de fraternidad y solidaridad, lo que significa ser Iglesia”.

“Desde el fondo de mi corazón, quiero expresar una palabra de profunda gratitud por su generosidad y espíritu de sacrificio. Nueva York es una gran ciudad que tiene un gran corazón”, dijo el arzobispo González.

“Es una ciudad generosa que acoge a personas de todo el mundo con amabilidad y tolerancia. Somos los beneficiarios de su bondad”, el agrego.

El arzobispo González también dijo que algunos otros obispos lo han contactado y le han enviado donaciones a Puerto Rico.

El grupo de Nueva York visitó una enorme cruz en la cima de una colina que sirve como un gran monumento. Señales de daño visibles eran evidentes en el sitio, el cual según el arzobispo podría servir como futuro santuario para Nuestra Señora de la Providencia, patrona de Puerto Rico. Por lo pronto, el arzobispo dijo llamar al sitio “el Santuario de las Piedras Vivas”.

Algunas de las losas de piedra faltaban en la base de la cruz y en un altar en la parte de atrás, y cercas de plástico acordonaban las secciones dañadas por el huracán. Una gran carpa para devociones regulares con gente joven, las cuales son populares en el sitio, fue arrebatada por el huracán. Una de las figuras tamaño natural de las Estaciones de la Cruz continuaba caída en el piso.

La última parada del día fue en el Monasterio de las Hermanas Carmelitas de San José en Trujillo Alto, donde los visitantes se unieron a las hermanas en su capilla para escuchar un conmovedor coro del “Salve Regina”. Los vientos del huracán destrozaron algunas ventanas de la capilla donde se ha instalado una cerca de alambre para asegurar el monasterio.

Once miembros de la congregación contemplativa recibieron a sus visitantes en una gran sala comunitaria, donde tocaron música y sirvieron jugos de frutas y algunos bocadillos.

Una de las hermanas, al dirigirse a los neoyorquinos, habló de la necesidad de una “reconstrucción espiritual” en la estela de la tormenta. Ella recalco que el paisaje delimitado por frondosos árboles del monasterio cambio y ahora se pueden ver las casas y los vecinos del lugar que anteriormente se encontraban escondidos.

“Al final, las cosas materiales no son lo más importante”, ella dijo.