Señor, A Quién Iremos

La Falta De Respeto Por La Vida Lleva A Otros Problemas

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Confió que ustedes están conscientes, que estas semanas de octubre son designadas al Mes del Respeto a la Vida.
Como observó recientemente el Papa Francisco, casi todos nuestros problemas y angustias pueden atribuirse a una pérdida de respeto por lo sagrado y la dignidad de la vida humana.
Piensen en esto: las drogas, guerra, sistemas económicos injustos, crimen, la violencia, la opresión de las personas, disfunción familiar, abuso y acoso sexual...todo comienza de una degradación del valor innato del don divino de la vida humana.
El Santo Padre ha sido elocuente tejiendo junto todo esto, abogando proféticamente que la sensibilidad hacia la tierna fragilidad de la vida humana en todas las etapas, desde la concepción hasta la muerte natural, desde el bebé en el vientre hasta la abuela cercana a la muerte, esto es esencial para una cultura civilizada e humana.
Y, nos explica, cuanto más vulnerable es la vida, más imperativo es que la gente decente y virtuosa la proteja y la defienda.
Somos pro-vida, no solo pro-nacimiento. Como mi heroico predecesor, el Cardenal Terence Cooke, escribió—a medida que se acercaba a su propia muerte dolorosa debido al cancer—la vida humana no es menos sagrada cuando es vulnerable, débil o se considera “inconveniente.”
No extrañamos, entonces, que el Papa Francisco a menudo haya defendido a los más indefensos, los derechos civiles del bebé en el útero. Hace poco recibió titulares para comparar el aborto con la contratación de un “asesino”, o un “asesino a sueldo” para deshacerse de una vida considerada inútil o en camino a ello.
Es complicado para una persona motivada no solo por el deber cívico sino también por su fe descubriendo cómo votar. Nos enfrentamos a algunos candidatos que están con nosotros en la santidad de las vidas humanas de los inmigrantes, los pobres, los enfermos, los ancianos y los condenados a muerte, pero parecen insensibles al ignorar la pequeña vida del bebé en el útero. Del mismo modo, nos hace temblar cuando nuestros aliados heroicos en la defensa del bebé antes de nacer, por extraordinario que sea en este estado—parecen menos que nosotros en su falta de solicitud por las vidas de los refugiados e inmigrantes.
No me disculpo por dar prioridad a la solicitud de los no nacidos. Si nos equivocamos, no somos creíbles en los otros temas incandescentes. Si permitimos que la vida indefensa del bebé en el santuario del útero de la madre sea eliminada, es difícil defender la vida de otras personas que podrían considerarse inconvenientes o prescindibles.
Esta claro la gran enseñanza del Santo Padre es que toda vida humana merece reverencia—en la frontera, en la guerra, en la estructuración de una sociedad justa, en el corredor de la muerte—no es al costo de ablandar nuestros esfuerzos para silenciar nuestro abrazo de los más amenazado, marginado y los más vulnerable de todos—el bebé en el útero.