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La Realidad del Demonio y de su Actuación

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La expulsión de los demonios realizada por Jesús es un claro signo de la llegada del Reino de Dios. Jesús, señala expresamente: “si por el Espíritu de Dios expulso a los demonios, es que ha llegado a ustedes el Reino de Dios” (Mt 12, 28). Los Evangelios sinópticos (Marcos, Mateo y Lucas) presentan varios relatos en los cuales se menciona que Jesús expulsó a los malos espíritus (Mc 5, 1-13; 9, 17-29; Mt 9, 32-34) y confirió también a sus discípulos el poder de expulsar demonios (Cf., Mt 10, 1.8; Mc 16, 17; Lc 10, 17-20). Hay quienes señalan, erróneamente, que no se trataba de posesiones demoniacas, sino de personas con enfermedades como la epilepsia, como sería el caso del muchacho que convulsionaba (Cf., Lc 9, 38-43); o de enfermedades psiquiátricas, o relatos que tendrían un contenido simbólico, como sería el del endemoniado de Gerasa (Cf., Mc 5, 1-13). Se dice que Jesús, simplemente se habría adecuado a la cultura de su tiempo, a la forma de considerar ciertas enfermedades y a la difundida creencia en los demonios.

La Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, en un documento titulado “Fe cristiana y Demonología”, del 26 de junio del año 1976, pone en alerta frente a posturas que pretender negar la existencia real del demonio, pretendiendo reducir los nombres de Satanás y del demonio a simples “personificaciones míticas” del mal y del pecado en el mundo. Dichas concepciones se difunden incluso entre algunos cristianos. Es verdad que el Evangelio fue escrito con el lenguaje de una determinada cultura; Jesús mismo estaba inmerso en la cultura judía; pero, de ahí no se puede sacar como conclusión que Él no pudo escapar a los condicionamientos culturales de su tiempo, pues eso sería, en el fondo, negar su condición divina, reduciendo a Jesús a la condición de un gran líder religioso, pero que podía errar en cuestiones doctrinales. “Ciertamente, Cristo, y con mayor razón los apóstoles, pertenecían a su época y compartían la cultura de esta; pero Jesús, en virtud de su naturaleza divina y de la revelación que había venido a comunicar, trascendía su ambiente y su tiempo, escapaba a su presión” (Fe cristiana y demonología).

Los relatos evangélicos no dejan la menor duda de la existencia del demonio y su actuación. De ahí que, como señala la Sagrada Congregación para la Doctrina de la fe, se impone una conclusión: “Satanás, a quien Jesús había afrontado con sus exorcismos, que había encontrado en el desierto y en la pasión, no puede ser el simple producto de la capacidad humana de inventar fábulas o de personificar las ideas, ni tampoco un vestigio aberrante del lenguaje cultural primitivo” (Fe cristiana y demonología). El mal, como bien señalaba el papa Pablo VI, “no es solamente una deficiencia, sino una eficiencia, un ser vivo, espiritual, pervertido y perverso. Terrible realidad. Misteriosa y pavorosa” (Audiencia General del 15 de noviembre de 1972). El demonio, “es el enemigo número uno, es el tentador por excelencia. Sabemos también que este ser oscuro y perturbador existe de verdad y que con alevosa astucia actúa todavía” (Ibid.)

Los Padres de la Iglesia no ignoraron la presencia del demonio y exhortaron a los fieles a mantenerse en guardia ante las asechanzas del diablo. La enseñanza de los Papas y de los concilios de la Iglesia ha sido también clara; por lo que los cristianos no pueden negar la existencia del Maligno. El Concilio Vaticano II, como se hace notar en el documento “Fe cristiana y demonología”, no ignora el tema de nuestra lucha contra las fuerzas tenebrosas del mal. Por otra parte, no hay que olvidar que el poder de Satanás no es ilimitado “no puede traspasar los límites que Dios le ha marcado; nos asegura igualmente que, aunque el diablo es capaz de tentarnos, no puede arrancarnos nuestro consentimiento” (Fe cristiana y demonología).

En la Constitución Pastoral Gaudium et Spes (Sobre la Iglesia en el mundo actual), el Concilio nos dice que “a través de toda la historia humana existe una dura batalla contra el poder de las tinieblas, que, iniciada en los orígenes del mundo, durará, como dice el Señor, hasta el día final” (GS, 37a), allí se hace una referencia a la parábola de la cizaña (Cf., Mt 13, 24-30): el trigo y la cizaña crecen juntos hasta el día de la siega (día del juicio). La presencia de Satanás es también actual, es algo real, hay que darle una “dura batalla”; por lo que se hace necesario, como señalaba el apóstol Pablo, “revestirnos de la armadura de Dios y resistir a las insidias del diablo” (Ef 6, 11). En la Constitución Lumen Gentium, el Concilio, al hablar del testimonio de los laicos, los exhorta a manifestar su esperanza en las estructuras seculares, “en una constante renovación y en un forcejeo con los dominadores de este mundo tenebroso contra los espíritus malignos [Ef 6, 12]” (LG, 35). En el Decreto Ad Gentes (Sobre la actividad misionera de la Iglesia), al referirse a la misión del Hijo de Dios, señala que fue enviado por Dios “a fin de arrancar por Él a los hombres del poder de las tinieblas y de Satanás y en Él reconciliar consigo al mundo” (Ad Gentes, 3), allí se hace una referencia a Col 1, 13: “Él nos liberó del poder de las tinieblas”.

En las conclusiones del documento “Fe cristiana y demonología”, se dice con mucha claridad que “la existencia del mundo demoniaco se revela como un dato dogmático en la doctrina del Evangelio y en el corazón de la fe vivida”. Se nos hace recordar lo dicho por el papa Pablo VI, al referirse a la realidad del Maligno: «Se sale del cuadro de la enseñanza bíblica y eclesiástica quien se niega a reconocer su existencia; o bien quien hace de ella un principio que existe por sí y que no tiene, como cualquier otra creatura, su origen en Dios; o bien la explica como una pseudo-realidad, una personificación conceptual y fantástica de las causas desconocidas de nuestras desgracias» (Pablo VI. Audiencia General del día 15 de noviembre de 1972). Por ello, como dice la Sagrada Congregación para la doctrina de la fe, “ni los exegetas ni los teólogos deberían olvidar esta advertencia”.

No solo en la Biblia, sino que a lo largo de toda la historia existen abundantes relatos de la actuación del demonio, en todas las culturas. En varias diócesis del mundo existe un sacerdote a quien se le ha encargado el ministerio de exorcista. ¿Hay en nuestros días casos de auténtica posesión? No puede descartarse a priori esa posibilidad; aunque en muchos casos la respuesta tiene que ser muy precavida. No se descarta que muchas veces no se trata de verdaderas posesiones demoníacas sino de enfermedades de tipo psiquiátrico; sin embargo, no hay que caer en el extremo racionalista que reduce las posesiones demoníacas a enfermedades físicas o psíquicas. No cabe duda de la presencia y actuación del demonio, y de personajes con actitudes demoníacas, que bien pueden ser considerados como “anticristos”. El demonio sigue actuando en nuestro tiempo, tiene miles de seguidores, templos, sectas que le rinden culto.