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Madre Teresa de Calcuta, La Santa De Los Más Pobres Entre Los Pobres

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El 4 de septiembre de 2016 el papa Francisco, ante más de cien mil fieles reunidos en la Plaza de San Pedro en Roma, canonizó a la Madre Teresa de Calcuta. Por su amor y entrega sin medida en favor de los más pobres, en quienes supo descubrir el rostro de Cristo, ella  merece ser reconocida con el honroso título de “la Santa de los más pobres entre los pobres”.

La madre Teresa de Calcuta no amaba la pobreza (que en sí misma no es un valor), ella amaba a los más pobres entre los pobres, a los más excluidos de la sociedad; quizá nadie como ella se convirtió en un verdadero signo para cuestionar la actitud de quienes viven en una situación de bienestar económico y permanecen indiferentes ante los pobres y menesterosos. Alguno quizá esperaba que la santa de los pobres no se limite a hacer “obras de caridad” sino que también cuestione las causas estructurales de la pobreza y señale directamente a quienes tienen la responsabilidad en la generación de las brechas de exclusión e inequidad; pero la santa estaba más preocupada por atender inmediatamente las necesidades de los más excluidos (leprosos, moribundos y todo tipo de personas en abandono extremo) antes que por hacer discursos en contra de los causantes de la pobreza. En efecto, ya se ha escrito bastante y hay muchos discursos sobre la exclusión social, las consecuencias del neoliberalismo económico, la codicia de los ricos; para ella, lo más urgente era encargarse de los más pobres y dejar para otros los discursos sobre la pobreza. Quizá alguien pensará que atender a los pobres sin luchar por erradicar las causas de la pobreza es caer en un “mero asistencialismo” y no contribuir mucho con la erradicación del problema social; pero los pobres, los moribundos no pueden esperar a que se erradiquen las causas estructurales de la pobreza. Madre Teresa comprendió la urgencia de actuar no obstante todas las críticas que pudieran hacerle algunos detractores.

Un antiguo adagio latino dice “verba movent, exempla trahunt” (“Las palabras mueven, pero los ejemplos arrastran”). Hay líderes y caudillo que con discursos incendiarios pueden arrastrar a mucha gente; pero, cuando las personas se dan cuenta de la incongruencia entre las promesas y los hechos, entre las palabras y las obras, pronto se decepcionan de esos falsos líderes. El testimonio de vida de un santo, en cambio, trasciende el tiempo y el espacio. Después de muchos siglos sigue generando adhesiones, interpelando, cuestionado nuestra forma de vivir y nuestra poca entrega al servicio del evangelio. El testimonio de madre Teresa de Calcuta perdurará por los siglos; el ejemplo de una vida entregada totalmente al servicio de los más pobres entre los pobres es más efectivo que cualquier discurso sobre la pobreza. El testimonio de vida de la santa no sólo ha generado la admiración de los católicos sino también de aquellos que profesan otras religiones e incluso de algunos que se profesan “agnósticos”, pues la solidaridad es un valor transcultural, no es patrimonio exclusivo de ninguna religión, y también es asumido hasta por quienes se profesan “no creyentes”.

¿Qué movía a madre Teresa a esa entrega radical al servicio de los más pobres entre los pobres? No era, desde luego, mera filantropía, menos un afán de figuración o búsqueda de reconocimiento o notoriedad. Lo que motivaba su trabajo en favor de los más pobres era su fe. Madre Teresa llegó a convencerse de que realmente en los pobres se nos revela el rostro de Cristo que nos cuestiona e interpela, tomó muy en serio las palabras de Jesús: “tuve hambre y me disteis de comer…” (Mt 25, 35ss). Ella se dejó interpelar por los pobres, cedió a esa interpelación. Ella no utilizó a los pobres como medio para amar a Cristo, sino que entendió que no había forma de amar al Señor sin hacerse cargo de los pobres y sobre todo de los “más pobres entre los pobres”, aquellos que la sociedad de consumo excluye. Una persona que no tiene fe no podrá nunca llegar a ese nivel de entrega desinteresada en favor de los más pobres. Madre Teresa pudo hacerlo porque lograba contemplar en los pobres el rostro de Cristo. Curar sus heridas era para ella “curar las heridas de Cristo sufriente”.

Madre Teresa, aun cuando aceptó el premio nobel de la paz en el año 1979 (utilizando el dinero recibido para sus pobres), no buscaba ningún tipo de reconocimiento para sí. Sin quererlo se convirtió en una figura pública mundial, mereciendo el respeto y admiración de todos; reyes, gobernantes y autoridades de más alto nivel querían encontrase con ella. La madre Teresa no quería reconocimientos sino que reconozcamos a los pobres en su real dignidad. Su forma de vida, es y seguirá siendo un serio cuestionamiento a los ricos y poderosos de la tierra. No era necesario que les encare con duras palabras su indolencia frente a los pobres. Ella nos recuerda la permanente vigencia de los valores evangélicos. Muchas personas han sido movidas a la fe por el testimonio de vida de esta santa.

La canonización de la madre Teresa de Calcuta, en el Año de la Misericordia, cobra una especial significación. Ella es fiel testimonio de la misericordia del Señor, ella encarnó la misericordia socorriendo a los más pobres y desheredados de la tierra. “Madre Teresa, a lo largo de toda su existencia, ha sido una generosa dispensadora de la misericordia divina, poniéndose a disposición de todos por medio de la acogida y la defensa de la vida humana, tanto la no nacida como la abandonada y descartada” (Homilía del papa Francisco en el Domingo XXIII del Tiempo Ordinario, ceremonia de canonización, el 4 de septiembre de 2016). El Papa la ha llamado “incansable trabajadora de la misericordia”; “su misión en las periferias de las ciudades y en las periferias existenciales permanece en nuestros días como testimonio elocuente de la cercanía de Dios hacia los más pobres entre los pobres” (Ibid).

La parábola del buen samaritano (Cf., Lc 10, 25 ss) concluía con estas palabras que Jesús dijo al maestro de la Ley: “Anda, y haz tú lo mismo” (Lc 10, 36). Se privilegia el “hacer” más que el “saber”. Madre Teresa nos diría: antes que  hacerme reconocimientos y admirarse por lo que hice en vida en favor de los más pobres, lo que quiero es que  ustedes “vayan y hagan lo mismo”, menos discursos y más compromiso solidario. “En nombre de Cristo, “¡Háganse cargo de los más pobres!”, aquellos que cual lázaros no son reconocidos en su dignidad de personas y siguen alimentándose de las migajas que caen de los mesas de los ricos.