Hacia un futuro provida en el Empire State

Declaración de los Obispos Católicos del Estado de Nueva York.

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La historia de salvación de la humanidad cambió para siempre cuando una pobre y devota muchacha judía de Galilea dijo sí a la vida y puso en marcha el nacimiento, el ministerio, la muerte sacrificial y la resurrección de nuestro Señor y Salvador, Jesucristo. El fíat de María (“Hágase tu voluntad”) fue un don de amor a la humanidad, entregado libremente, a pesar de la incapacidad de María para conocer todo lo que implicaría, pero con más fe en el Señor que con temor a lo desconocido. En este mes de María, tenemos la oportunidad de reflexionar sobre su ejemplo, incluso en un momento en que los estadounidenses están afrontando una creciente agitación social por el tema del aborto.

A partir de que la decisión tomada por la Corte Suprema de los Estados Unidos en 1973, en la causa Roe v. Wade, abriera efectivamente la puerta al aborto a demanda en toda la nación, aproximadamente sesenta y tres millones de bebés no nacidos han sido asesinados en el vientre de su madre, en este país, antes de que pudieran siquiera respirar por primera vez. Mientras esperamos una decisión judicial en Dobbs v. Jackson Women’s Health Organization, la causa recientemente tratada en la Corte Suprema que podría anular el fallo Roe, rezamos por un resultado positivo aun cuando reconocemos que el aborto en Nueva York continuaría sin restricciones, y que incluso sería activamente promovido como un bien social por muchos funcionarios elegidos por voto popular. Lamentablemente, Nueva York, donde se legalizó el aborto tres años antes del fallo Roe, ha sido desde hace mucho tiempo la capital nacional del aborto, una distinción trágica y realista.

A lo largo de los años, los defensores de la legalización del aborto han sido muy hábiles en su narrativa, enmarcando el aborto como una cuestión de “elección” y “libertad reproductiva”, y han ignorado por completo la realidad biológica de lo que es realmente es: el asesinato intencional de un niño inocente en el vientre de su madre. A pesar de que la tecnología de ultrasonido y los avances en medicina neonatal muestran claramente que con lo que se “termina” es con una vida humana, el movimiento pro aborto legal le da la espalda a la ciencia. La industria del aborto ha sido tan exitosa en su mensaje que el derecho al aborto se ha vuelto una cuestión completamente ligada al concepto de igualdad y derechos de la mujer para gran parte del país, razón por la cual la perspectiva de una nación sin Roe ha provocado temor y ansiedad en muchas personas.

Millones de nuestros conciudadanos estadounidenses—e incluso, hay que decirlo, muchos de nuestros hermanos católicos—han sucumbido ante este falso concepto, y nosotros debemos responder con caridad y sensibilidad, pero de manera clara. Los temores y las ansiedades de una joven que se enfrenta a un embarazo no planificado son válidos. Es probable que se encuentre aterrorizada. Es posible que se sienta abrumada por una plétora de preguntas legítimas: ¿Cómo hará con un bebé en camino para mantener a sus otros hijos? ¿La abandonará el padre? ¿Podrá seguir estudiando? ¿Dónde vivirán ella y su familia? ¿Quién se encargará del cuidado de su hijo cuando ella vuelva a trabajar? Para muchos, el aborto parece ser la única salida.

Estos sentimientos son reales, y los desafíos de un embarazo no planificado son difíciles. Esto presenta un desafío para los obispos, los sacerdotes, los líderes de la Iglesia y, por cierto, para todos los fieles católicos. A menudo se acusa injustamente a la Iglesia Católica de preocuparse más por el bebé en el vientre materno que por la madre y el niño después del nacimiento. Por muy falso que sea este concepto, nos corresponde a nosotros, como pastores, reconocer y abordar esa percepción errónea.

En los años 80, el difunto Cardenal John O’Connor, un gigante del movimiento provida, hizo una promesa que hoy reafirmamos: “Toda mujer—independientemente de su edad, creencia o afiliación religiosa, estado civil o situación de inmigración—que esté embarazada y lo necesite puede acudir a la Iglesia Católica y nosotros le daremos los servicios y respaldos necesarios para llevar a término su embarazo, sin importar su solvencia o recursos”. Más aun, después del parto, no te abandonaremos, ni a ti ni a tu bebé, sino que, por el contrario, nos encargaremos de que cuentes con los recursos que tú y tu hijo necesitan y merecen. A nadie se le negarán cuidados basados en la afirmación de la vida. Si has tenido un aborto del que te arrepientes, ya sea reciente o en un pasado lejano, acude también a nosotros para que podamos ofrecerte servicios que te ayuden a sanar.

Pedimos a todas las parroquias católicas, a todos los programas de Catholic Charities (Caridades Católicas), a todos los centros de salud católicos, a todas las escuelas católicas, a todos los colegios y universidades católicos y a todas las comunidades religiosas de nuestro estado que se comprometan de forma proactiva con nosotros en este esfuerzo pastoral. Juntos, a través de la Conferencia Católica del Estado de Nueva York, hemos confeccionado una lista con muchos de los recursos disponibles en

www.nyscatholic.org/HelpForMoms. Asimismo, podrán encontrar un mapa de todas las parroquias, las escuelas católicas y las agencias de Catholic Charities del estado en el sitio

www.nyscatholic.org/places.

Sin embargo, nuestros gobiernos estatales y locales también deben hacer su parte. Los funcionarios elegidos por voto popular constantemente se desviven por anunciar nuevas iniciativas para ampliar una y otra vez el aborto con el fin de obtener más y más votos. Nueva York es, desde hace mucho tiempo, uno de los pocos estados que exige a los contribuyentes financiar el aborto a través de Medicaid. Planned Parenthood y otros proveedores de servicios de aborto tienen acceso a un sinfín de fuentes de financiación estatales. Tal vez la pieza más atroz de la legislación de expansión del aborto haya sido la Ley de Salud Reproductiva de 2019. Defendida por nuestro anterior gobernador, esta ley legaliza el aborto a demanda hasta los nueve meses de embarazo, declara el aborto como un derecho fundamental, permite que profesionales no médicos realicen abortos e incluso elimina las sanciones penales para los abortos bajo fuerza o coacción. Este año, nuestro actual gobernador incluyó una disposición en el presupuesto estatal que exige a todos los planes de seguro médico cubrir el aborto, sin contemplar prácticamente ninguna exención para los empleadores religiosos. Recientemente, gran cantidad de fondos de los contribuyentes fueron redirigidos para aumentar los abortos en el estado de Nueva York.

Mientras tanto, los programas de apoyo a las mujeres que deciden tener a sus bebés carecen de financiación, no se promueven de forma adecuada, o directamente no tienen cabida. Sin embargo, muchos líderes políticos suelen atender más a los prestadores de servicios de aborto y defensores del aborto que a mujeres que bien podrían tomar una decisión diferente si conocieran y tuvieran otras opciones.

Entendemos perfectamente que ninguna decisión de la Corte Suprema reducirá la disponibilidad del aborto en Nueva York. Con esta realidad como telón de fondo, el gobierno estatal no tiene nada que perder y todo por ganar si trabaja para reducir la tasa de aborto. Se pueden encontrar puntos en común, incluso en un estado como Nueva York. La reciente disposición del presupuesto estatal que amplía drásticamente la elegibilidad para cobertura de Medicaid después del parto es una prueba de ello. Pero, ¿por qué no trabajar juntos para hacer más?

• Imaginamos un estado de Nueva York en el que ninguna mujer con un embarazo no planificado, y en crisis, sienta que su única opción es abortar.

• Imaginamos un estado de Nueva York en el que ninguna mujer sea indebidamente presionada por parte de sus padres, marido o pareja, o la sociedad en general, para abortar a su hijo.

• Imaginamos un estado de Nueva York en el que el acceso a una atención prenatal de calidad y a condiciones para un parto saludable sea el mismo para todas las mujeres independientemente de su código postal, su color de piel o su país de origen.

• Imaginamos un estado de Nueva York en el que los empleadores y las instituciones educativas se adapten plenamente a las necesidades de las mujeres embarazadas y las nuevas madres para que puedan llevar a término su embarazo sin temor a sufrir consecuencias negativas en lo económico, profesional o académico.

• Imaginamos un estado de Nueva York en el que las políticas públicas promuevan la adopción mediante créditos fiscales y otros incentivos tanto para las madres biológicas como para los padres y madres adoptivos.

• Imaginamos un estado de Nueva York en el que las políticas fiscales destinadas a reducir la pobreza (como la de ampliación del crédito fiscal por hijos) permitan a las madres solteras y a las familias pobres cubrir las necesidades básicas de sus hijos.

• Imaginamos un estado de Nueva York en el que ninguna madre ni ningún niño quede al margen de la red de seguridad social, y en el que la atención sanitaria de calidad esté garantizada para todos.

• Imaginamos un estado de Nueva York en el que el cuidado infantil de calidad sea asequible y accesible para todos.

• Imaginamos un estado de Nueva York en el que el matrimonio entre un hombre y una mujer se promueva como un bien social orientado a la crianza estable de los hijos.

• Imaginamos un estado de Nueva York en el que a los niños y a los hombres se les enseñe a respetar a las mujeres y a aceptar y asumir las responsabilidades financieras, físicas y emocionales de la paternidad.

• Imaginamos un estado de Nueva York en el que las mujeres que han pasado por un aborto y que sufren emocionalmente reciban los servicios que necesitan para sanar y el reconocimiento de que su dolor es real.

• Imaginamos un estado de Nueva York en el que las organizaciones religiosas puedan prestar los servicios necesarios a las mujeres embarazadas y a las madres sin dejar de ser fieles a los principios de su fe.

Todas estas metas pueden llegar a aprobarse, incluso en un estado como el de Nueva York. No pongamos nuestra confianza en simples jueces, legisladores, gobernadores o presidentes. Más bien, tengamos fe en Dios, para quien nada es imposible. Los políticos pueden cambiar las políticas y las leyes, pero solo Dios puede convertir los corazones y las mentes.

Entonces, en este mes de María, madre de Jesús y de todos nosotros, recemos por su intercesión para poner fin al aborto en nuestra vida y trabajemos para que Nueva York sea un estado en el que, aun cuando el aborto sea legal, llegue algún día a ser impensable.

Cardenal Timothy Dolan

Arzobispo de Nueva York

E. Rvdma. Mons. Edward B.

Scharfenberger

Obispo de Albany

E. Rvdma. Mons. Robert J. Brennan

Obispo de Brooklyn

E. Rvdma. Mons. Michael W. Fisher

Obispo de Buffalo

E. Rvdma. Mons. Terry R. LaValley

Obispo de Ogdensburg

E. Rvdma. Mons. Salvatore R. Matano

Obispo de Rochester

E. Rvdma. Mons. John O. Barres

Obispo de Rockville Centre

E. Rvdma. Mons. Douglas J. Lucia

Obispo de Syracuse