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Hacia un Periodismo Ético

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Los ciudadanos tienen el derecho a recibir una información veraz, confiable, a través de los medios de comunicación. El ejercicio de la profesión periodística exige necesariamente un compromiso serio con la verdad, en consonancia con el deber de informar objetivamente. Sin un compromiso ético con la verdad y la responsabilidad de nada serviría que se implementen más reglas o normas deontológicas cada vez más específicas para responder a situaciones particulares en donde parecen entrar en conflicto del deber de informar con el respeto por la verdad; pero, hay que preguntarse ¿Cómo hay que entender esa verdad en el ámbito periodístico?, ¿Es posible acceder a esa verdad? ¿Es posible respetar siempre la verdad y objetividad manteniendo la independencia e imparcialidad?

En la era de la información y el conocimiento, los retos del periodista son cada vez mayores. En la red circulan todo tipo de información, noticias carentes de fuentes, falsas o trucadas. Aidan White nos hace ver que “las informaciones falsas o trucadas (“fake news”), la propaganda política y empresarial y los abusos vergonzosos observados en las plataformas digitales supone una amenaza para la democracia y, al mismo tiempo, abren nuevos frentes de combate a los defensores de la libertad de expresión” [White, A (2017). El periodismo ético vuelve a primea plana. Recuperado de: https://es.unesco.org/courier/2017-julio-septiembre/periodismo-etico-vuelve-primera-plana]. Como bien hace notar María Dolores Masana, “la ética periodística es una herramienta fundamental para la evolución de la vida democrática de cualquier sociedad” [Masana, M (2011). Ética y periodismo: no vale todo (artículo publicado el diario español “El País”, el día 28 de julio de 2011). Madrid]. Sin libertad de prensa no hay democracia.

En aquellos países proclives a no respetar la libertad de prensa, con gobiernos de tendencia dictatorial, el verdadero periodismo se convierte en una actividad sumamente riesgosa; más aún allí donde la corrupción alcanza las más altas esferas del poder. Muchos periodistas honestos y comprometidos con la verdad han perdido la vida o son injustamente sentenciados por informar sobre la vida y actividades ilícitas de algún personaje poderoso, empresarios o políticos que se creen intocables.

El problema del manejo de la información es cada vez más grave y complejo, más aún cuando “los gigantes tecnológicos que dominan el espacio público de la información como Google, Facebook, Amazon y Twitter, difunden información en un entorno exento de valores” (White, 2017). Las grandes empresas que pretenden controlar la información no están preocupadas por la verdad o por cuestiones éticas, llegan a convertirse simplemente en “mercaderes de la información”. Los políticos usan los servicios de las redes sociales en sus campañas, algunos contratan a los llamados Troles para desacreditar a sus oponentes. La publicidad digital constituye un negocio muy lucrativo, de ahí que se fomenta la “información viral”, de carácter sensacionalista, para procurar el acceso de un mayor número de usuarios consumidores de ese tipo de información.

Otro de los graves problemas, en algunos países, es la concentración de los medios de comunicación social en manos de unos pocos empresarios, quienes definen sus propias “líneas editoriales” y negocian con la información que poseen. Su fin es estrictamente comercial, viven principalmente de la publicidad y muchas veces de la venta de su “línea editorial” para levantar o destruir la imagen de una persona, políticos, empresarios. La prensa tiene la capacidad para convertir, como por arte de magia, a los villanos en héroes, a los corruptos en hombres defensores de la ética. En este panorama ¿Qué margen de independencia puede tener un periodista profesional que es contratado por una de esas empresas de comunicación? El periodista se ve inmerso en constantes dilemas éticos, le resulta difícil compatibilizar el deber de informar objetivamente con la línea editorial de un medio de comunicación. Si insiste en mantener su independencia y ética corre el riesgo de quedarse sin trabajo.

Muchos medios de comunicación, cadenas televisivas, nos transmiten en directo escenas de violencia, torturas, asesinatos; situaciones que vulneran los códigos de ética periodística, que constituyen una vulneración del derecho a las personas a la intimidad o privacidad, el derecho a la buena imagen. En las redes también circulan escenas cargadas de excesiva violencia y morbo. Otro tanto se puede decir de determinadas escenas captadas a través de una cámara fotográfica, las mismas que hieren la sensibilidad (recogen escenas de crueldad, exponen las miserias humanas), y son publicadas en diarios o revistas.

Por otra parte, no es ético, en la búsqueda obsesiva del rating, exponer ante las pantallas, sin ningún tipo de censura, las más bajas pasiones e instintos de ciertos individuos, escarbando lo más íntimo de su vida privada (sin interés público) para satisfacer el morbo de los televidentes consumidores de ese tipo de información. Así mismo, sigue siendo problemático establecer los límites entre el derecho de acceder a la verdad y el respeto a la intimidad de las personas.

Hay periodistas se creen dueños de la información, cuando en realidad los verdaderos dueños son los propios ciudadanos. Como bien ha señalado el presidente de la Comisión de Quejas de la FAPE (citado en el artículo de María Dolores Masana), “ni los editores o propietarios de los medios de comunicación, ni los periodistas han de considerarse dueños de la información” (Masana, 2011). Algunos periodistas no contrastan sus fuentes, no cumplen con el principio de presentar la versión de la otra parte, de las personas que pueden ser afectadas con la publicación de un reportaje.

Hay periodistas que han renunciado a su noble oficio y se han convertido en “mercaderes de la información” que se venden al mejor postor según las circunstancias. En algunos países del mundo se compran los medios de comunicación. Esta etapa aun no se ha superado, hay muchos otros operadores que no han renunciado a su pretensión de controlar y someter a los medios de comunicación con fines delictivos. No se trata de casos aislados, sino que los han montado como una empresa para su propia conveniencia, no siendo leales en el momento de la dar la información.

Hay también periodistas que pretender fungir de fiscales o jueces. En algunos países se transmiten programas como “periodismo de investigación”, donde el periodista se irroga la facultad de enmendar la plana a fiscales y jueces; actúan con cierta soberbia intelectual al ser conscientes que manejan el “poder” de la información. Se erigen como defensores de la legalidad y moralidad, actitud que muchos de ellos no asumen durante regímenes dictatoriales, cuando se toman las instituciones para someterlas y se vulnera flagrantemente la libertad de prensa, corrompiendo a casi todos los medios de comunicación.

En el ejercicio de la profesión periodística, no se necesita, en realidad nuevas reglas deontológicas, sino un verdadero compromiso ético, y el respecto a principios que ya se han venido sosteniendo desde hace mucho tiempo. Entre esos principios podemos señalar: el respeto por la verdad, independencia, objetividad e imparcialidad, responsabilidad, sentido de lo humano. La información constituye un verdadero poder en manos de los periodistas, la misma que puede ser utilizada para fines nobles o perversos. Un periodista sin ética es un verdadero peligro en la sociedad.