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Hacia Una Pastoral de Conjunto

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La pastoral de conjunto hunde sus raíces en la misma praxis de la Iglesia apostólica, como se nos narra en los Hechos de los Apóstoles. Los discípulos, fieles al mandato del Señor, de ir por el mundo entero a anunciar el evangelio (Cf., Mt 28, 18-20), desplegaron sus esfuerzos evangelizadores en estrecha comunión entre sí, buscando hacer realidad el pedido de Jesús: "Que todos sean uno" (Jn 17, 21). Los apóstoles actuaron colegiadamente, valorando y respetando los carismas y dones de los miembros de la Iglesia como cuerpo de Cristo (Cf., 1Cor 12, 12ss). La pastoral de conjunto es la concreción ideal del Evangelio, tan deseado por el mismo Jesús, y que es, el de la comunión y participación que anima a la Iglesia para realizar su misión. La naturaleza de la acción pastoral exige que ésta sea una pastoral de conjunto. La diócesis es una porción del pueblo de Dios cuyo cuidado pastoral se encomienda al Obispo con la cooperación del presbiteriano, de manera que, unida a su pastor y congregada por él en el Espíritu Santo mediante el Evangelio y la Eucaristía, constituya una Iglesia particular, en la cual verdaderamente esta presente y actuá la Iglesia de Cristo una, santa, católica y apostólica (Cf., Código de Derecho Canónico N.o 369).

No se debe confundir la pastoral de conjunto con la planificación pastoral, aunque están estrechamente relacionadas. La pastoral de conjunto es la misma praxis pastoral de la Iglesia que es animada por el Espíritu Santo, mientras que la planificación pastoral es la operativización de la pastoral a través de planes y proyectos. La planificación pastoral responde a una racionalidad técnica, a un conjunto de métodos o procedimientos articulados sistemáticamente para lograr un propósito, tiene un carácter científico, recoge los aportes de la planificación estratégica propios del ámbito secular. La acción pastoral planificada trata de responder, obviamente, a las necesidades propias de la evangelización. La Iglesia, si bien es cierto que está animada por el Espíritu Santo, quien es el verdadero agente de la evangelización, no deja de ser una institución que debe tomar en cuenta las estrategias de planificación. Es cierto que se puede realizar muchas acciones pastorales sin planificación, movidos por el fervor y el entusiasmo; pero, no cabe duda que la acción pastoral planificada resulta más eficaz para lograr nuestros objetivos. Por la naturaleza propia de la Iglesia y de su misión, la planificación pastoral tiene que estar sustentada en una verdadera espiritualidad, la espiritualidad del seguimiento de Cristo y una firme decisión misionera. "Esta firme decisión misionera debe impregnar todas las estructuras eclesiales y todos los planes pastorales de diócesis, parroquias, comunidades religiosas, movimientos y de cualquier institución de la Iglesia" (Documento de Aparecida, N.o 365). Los obispos, en Aparecida, nos hablan de la exigencia de pasar "de una pastoral de mera conservación a una pastoral decididamente misionera" (Aparecida N.o 370). Esta pastoral de conjunto debe ser una pastoral fundada en la caridad pastoral de Cristo, que fomente la comunión y participación, que planifica y renueva viejas estructuras de pastoral que ya no responden a las exigencias de nuestros tiempos.

Todos coincidimos en la imperiosa necesidad de la existencia de una pastoral de conjunto (a un nivel diocesano y parroquial) que se articule en un proyecto pastoral a largo plazo, fruto de la reflexión y la participación de los principales agentes pastorales. Un plan o proyecto pastoral diocesano que no solamente sea un listado de prioridades coyunturales, sino que tenga en cuenta todas las principales áreas de la acción evangelizadora: Misión (Kerigma), Catequesis (Didaskalía), Liturgia (Leiturgía), Comunidad (Koinonía), Servicio (Diakonía). Cuando no existe una pastoral de conjunto en la diócesis, entonces los párrocos en sus parroquias hacen lo que saben ó pueden, de manera desarticulada; cada párroco intenta poner en práctica sus ideas pastorales, pero nada garantiza la continuidad de esa pastoral. El nuevo párroco, en muchas ocasiones, deshace lo que hizo el anterior, impone algo diferente según sus propios criterios, con lo cual los directamente afectados son los mismos fieles que se sienten desorientados, ante cambios e implementaciones de nuevos sacerdotes y pastores que a través de los años llegan a las comunidades.

La pastoral de conjunto ha cobrado mayor fuerza sobre todo a partir de los lineamientos del Concilio Vaticano II, que acentúa la idea de una iglesia como comunión, en la cual los laicos tienen mayores espacios de participación para contribuir a la acción evangelizadora. En América Latina se dio un gran impulso renovador, las Conferencias Episcopales se esforzaron por llevar a la práctica las enseñanzas del Concilio Vaticano II. Hasta la actualidad se han desarrollado cinco Conferencias del Episcopado Latinoamericano, la última fue en Aparecida (Brasil) el año 2007. En la II Conferencia del Episcopado Latinoamericano en Medellín (1968), los obispos reflexionaron también sobre el tema de la pastoral de conjunto en América Latina. Entre los hechos de signo negativo mencionan: estructuras parroquiales inadecuadas para fomentar la vivencia comunitaria, la sensación en los fieles de que las curias diocesanas son organismos burocráticos y administrativos, en algunos casos hay improvisación o incompetencia técnica en la planificación pastoral. Los obispos (en Medellín) concluyeron que la acción pastoral "debe ser necesariamente global, orgánica y articulada"; asimismo: "las estructuras eclesiales deben ser periódicamente revisadas y reajustadas en tal forma que puedan desarrollarse armoniosamente lo que se llama una Pastoral de Conjunto." Los obispos latinoamericanos, en Medellín, reflexionaron sobre el rol del obispo, la curia diocesana, los vicarios generales, en la acción pastoral de conjunto. "El obispo tiene la responsabilidad de la pastoral de conjunto en cuanto tal, y todos en la diócesis han de coordinar su acción con las metas y prioridades señaladas por él". Para poder cumplir con esa responsabilidad el obispo debe contar con su Consejo Presbiteral y su Consejo Pastoral. Igualmente, señalan que la curia "debe tener un carácter primordialmente pastoral"; el Vicario General no puede ser considerado como mero administrador de la diócesis. La pastoral de conjunto, señala los obispos en Medellín, en que exige no solo una reforma de las estructuras eclesiales, sino también una verdadera renovación personal y una acción debidamente planificada: estudio de la realidad, reflexión teológica sobre esa realidad, uso de recursos humanos y materiales, determinación de prioridades, elaboración del plan pastoral, evaluación periódica.

La rica experiencia latinoamericana sobre la pastoral de conjunto, y en la voz de los Obispos, puede aportar elementos valiosos que pueden ser aplicables a nuestra realidad en la Arquidiócesis de New York, donde hay una fuerte presencia de hispanoamericanos. Resultan positivos los esfuerzos que se vienen haciendo en nuestra arquidiócesis y los espacios de reflexión que se vienen propiciando sobre el tema de la pastoral de conjunto.