La Escucha Sinodal para el Discernimiento

Posted

En el Documento Preparatorio para el Sínodo (2021) se dice que la Iglesia es “constitutivamente” sinodal. Se recoge una cita de san Juan Crisóstomo: Iglesia y sínodo son sinónimos (Documento Preparatorio de la XVI Asamblea Ordinaria del Sínodo de los obispos. Vaticano 2021, N.° 11). “Sínodo” hace referencia al camino que recorren juntos los miembros del Pueblo de Dios (Vademécum para el Sínodo sobre la Sinodalidad. Vaticano, 2021, 1.2). En ese sentido, “caminar juntos” es lo que mejor realiza y manifiesta la naturaleza de la Iglesia como Pueblo de Dios peregrino y misionero (Documento Preparatorio, N.° 1). “Caminar juntos” es, en definitiva, practicar la sinodalidad.

La novedad de este Sínodo de los obispos, a diferencia de los anteriores, es que ya no queda circunscrito a la reunión de los obispos con el Papa para tratar un tema específico. Mientras que los últimos Sínodos han examinado temas como la nueva evangelización, la familia, los jóvenes y la Amazonia, el presente Sínodo se concentra en el tema de la sinodalidad propiamente dicha(Vademécum, 1.3). En ese sentido, El proceso sinodal ya no es sólo una asamblea de obispos, sino un camino para todos los fieles, en el que cada Iglesia local tiene una parte esencial que realizar(Vademécum, 2021, 1.3). Se trata de escuchar al Pueblo de Dios para un mejor discernimiento de las acciones pastorales que deban tomarse. Hay que escuchar, como dice el Papa, a Dios y al Pueblo.

Se pretende hacer una amplia consulta al Pueblo de Dios, teniendo como guía una pregunta fundamental: En una Iglesia sinodal, que anuncia el Evangelio, todos “caminan juntos”: ¿cómo se realiza hoy este “caminar juntos” en la propia Iglesia particular? ¿Qué pasos nos invita a dar el Espíritu para crecer en nuestro “caminar juntos”? (Documento preparatorio del Sínodo, N.° 26). Al respecto, quizá habría que hacerse una pregunta previa, cuya respuesta parece presuponerse: ¿Somos realmente una “Iglesia sinodal”? ¿Caminamos “todos juntos”? Por otra parte, habría que distinguir entre “la Iglesia que deberíamos ser” según el propósito de Jesús y “la Iglesia que realmente somos” en el presente. La consulta del Sínodo, pregunta por la Iglesia que realmente somos a fin de acercarnos a la Iglesia que deberíamos ser. En consecuencia, las reflexiones plasmadas en la síntesis, que presentarán las iglesias particulares, deben dar cuenta de la Iglesia que realmente somos, lo que realmente hacemos por la evangelización, sin maquillajes, sin apariencias. No se trata de auto complacernos en “lo bien que estamos haciendo las cosas”, en nuestros compromisos y logros pastorales evidenciados con datos estadísticos. En ese sentido, es fundamental saber escuchar y recoger las opiniones divergentes, de quienes no piensan como nosotros, de quienes no pertenecen a nuestro círculo clerical más cercano. Escuchar a los que tienen las mismas opiniones que nosotros no da ningún fruto. El diálogo implica reunirse entre opiniones diversas (Vademécum, 2.2).  Debemos también tener la apertura y disposición para cambiar, si es necesario, nuestras propias opiniones a partir de la escucha del otro que difiere de nosotros y nos cuestiona.

En el Documento Preparatorio se nos dice que el objetivo de la primera fase del camino sinodal es “favorecer un amplio proceso de consulta para recoger la riqueza de las experiencias de sinodalidad vividas, con sus diferentes articulaciones y matices, implicando a los pastores y a los fieles de las Iglesias particulares a en todos los diversos niveles, a través de medios más adecuados según las específicas realidades locales: la consulta, coordinada por el obispo, está dirigida «a los presbíteros, a los diáconos y a los fieles laicos de sus Iglesias, tanto individualmente como asociados, sin descuidar las preciosas aportaciones que pueden venir de los Consagrados y Consagradas (Documento Preparatorio, N.° 31). Se pide que se escuche, a los pobres y excluidos, no solamente a los que ocupan puestos de responsabilidad en la organización de la Iglesia. Se trata de una mirada hacia dentro de la Iglesia; pero, además, esa perspectiva puede ser enriquecida con una mirada hacia fuera, considerando cómo el Pueblo de Dios camina junto a la entera familia humana, para ello hay que recoger los aportes obtenidos en el diálogo interreligioso (con otras confesiones religiosas), incluso con aquellos que manifiestan no profesar ninguna religión. Ahora bien, la cuestión previa es preguntarse si realmente la Iglesia jerárquica estará en condiciones de hacer una consulta tan amplia y extensiva, como se propone en el Documento Preparatorio y el Vademécum. No solamente en el sentido de si existe la voluntad y disponibilidad de los responsables de las Iglesias locales para hacer la consulta, sino también si resulta factible hacerse, teniendo en cuenta las cuestiones logísticas y el arduo trabajo que implica la realización de la consulta.  Sería penoso que algunas iglesias locales presenten su síntesis ante la Conferencias Episcopales simplemente por “cumplir”, sin haber hecho una consulta seria, ni siquiera a nivel eclesial interno; es decir, sin haber cumplido con el objetivo propuesto para la primera fase del Proceso Sinodal (la fase diocesana que concluye en abril de 2022). Algunos se justificarán aduciendo que no ha sido suficiente el plazo establecido para realizar la primera fase de consulta. Otros quizá adecuarán sínodos locales o reflexiones realizadas en encuentros pastorales de años anteriores, realizados en sus diócesis, para presentarlos como “síntesis” del presente Sínodo, sin necesidad volver a reunirse con los fieles para escuchar y recoger sus respuestas. A nuestro modo de ver, esa opción pretende, en el fondo, justificar cierta inercia pastoral, la acedia, la falta de entusiasmo misionero.

Por otra parte, hay que tener presente que el proceso sinodal es, ante todo, un proceso espiritual. No es un ejercicio mecánico de recopilación de datos, ni una serie de reuniones y debates. La escucha sinodal está orientada al discernimiento(Vademécum, 2.2). Se nos hace recordar que la finalidad del sínodo, y por tanto de esta consulta, no es producir documentos (Documento Preparatorio del Sínodo, N.° 32), aunque eso no implica que no se tenga que elaborar documentos; lo fundamental es “hacer florecer la esperanza”, vivir la sinodalidad, motivar la participación y compromiso eclesial.

En varias diócesis del mundo, por ejemplo, en Estados Unidos y Europa, se vive un periodo de crisis: hay enorme escasez de sacerdotes. Sacerdotes de edad muy avanzada siguen atendiendo parroquias porque no hay quienes puedan suplirlos. Muchas parroquias han sido cerradas, otras fusionadas. Muchos templos terminan convertidos en museos de arte religioso. En las parroquias que subsisten, el número de fieles que acuden y participan activamente es muy exiguo. Hay otros pastores que, sin ser ancianos, se sienten muy cansados, han perdido el optimismo misionero, piensan que ya nada se puede cambiar, no quieren comprometerse con tareas que les demanden tiempo y esfuerzo adicional. Recordemos que estamos llamados a ser faros de esperanza, no profetas de desventuras (Vademécum, 2.3). Pero, si se apaga en los pastores el fervor misionero, la alegría, la pasión por el anuncio del Evangelio ¿cómo podrán motivar a los fieles laicos y enardecer sus corazones? ¿cómo podrán entusiasmarlos con la misión? Es necesario que esos pastores en crisis redescubran el sentido de su vocación. Es también fundamental que todos nosotros oremos por ellos para que sean renovados por el Espíritu.